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martes, 11 de octubre de 2011

EL CUENTO DE Ismael y Lucía

LA GRAN AVENTURA DEL DESIERTO DE SAHARA


Lucía e Ismael vivían en el desierto de Sahara, al sur de Marruecos. Su poblado estaba construído con tiendas de campaña. Ese día su maestra, Josefina, les explicó cómo debían orientarse en el desierto. Les explicó que el sol siempre sale por el este, y a partir de ahí podían buscar los demás puntos cardinales, señalando el este con la mano derecha y poniéndose así en cruz. También les dijo que el Oasis de las palmeras gigantes estaba en dirección al Este, y el mar, muy lejano muy lejano al oeste, en sentido contrario.

Esa tarde Lucía e Ismael hablaron de lo maravilloso que sería comer dátiles de las palmeras gigantes, allá en el oasis. Una vez fueron de excursión en autobús, y calculaban que podían llegar si salían muy temprano, antes de que amaneciera.

A la mañana siguiente, en el patio de recreo, Ismael le comentó a su amiga Lucía:


-Si sabemos dónde está el este, podremos llegar al oasis de las palmeras. Y allí comer dátiles, que ya deben estar maduros.

A los niños de todo el mundo les encantan los dátiles: dulces, cremosos y... Lucía estaba de acuerdo en que el sábado por la mañana se irían a buscar el Oasis.
 Prepararon sus mochilas: una botellita de agua, frutos secos, algo de pan, ...
 Antes de que amaneciera, para saber por dónde estaba el este, se pusieron en camino. Entusiasmados sonreían uno al otro cuando comenzaron la aventura.

Comenzaron a andar y andar, pero el sol subía en el cielo y el calor era insportable.

Se perdieron y no sabían por dónde ir.  Ismael llegó a tener mucho miedo y no sabía qué hacer. 

Se dirigieron hacia una palmera que se veía muy lejos, y empezaron a sonreír. Cuando llegaron soltaron las mochilas y empezaron a subir a la palmera para coger los dátiles.


-¡Qué buenos están! Pero hay que ir con cuidado.
-Sí, ten cuidado Ismael. ¡Agárrate bien al tronco y ve tirándome los racimos de dátiles! -gritaba Lucía-

Al caer el sol tenían las mochilas llenas de dátiles y casi no podían con ellas. Además, debían regresar antes de que desapareciera en el horizonte, pues de otro modo se perderían.



Tirando de las mochilas cargadas, se cansaron y cansaron tanto que se equivocaron de la dirección de regreso. ¡Se habían perdido!  Pero en vez de llorar anduvieron y anduvieron toda la noche. Llegaron a un pueblecito marroquí y les ofrecieron cama para dormir.

Al día siguiente esperaron a que el sol saliera y comenzaron a caminar en la dirección contraria. Así llegarían al poblado de donde venían ellos. Tuvieron que andar muchísimo, pero al final lo consiguieron.

Atravesaron unas dunas muy altas. Las dunas son montañas de arena que se mueven en el desierto.
Por eso se encontraron rodeados de arena por todas partes y no supieron qué hacer. Hasta que Ismael sonrió diciendo:

-Sólo tenemos que seguir al sol, hacia el oeste y así llegaremos al poblado. ¡No hagamos caso a las dunas que son unas mentirosas pues cambian de sitio cuando las mueve el viento!
-¡De acuerdo!

Comenzaron así a andar bajo el sol de la tarde, ya no era tan intenso, pero les daba justo en la cara. Por eso se pusieron los pañuelos cubriéndoles el rostro, y sólo los quedaban al descubierto.

En el poblado todos estaban preocupados, pues ese domingo los niños no habían acudido a comer. Era muy extraño y comenzaron a buscar por los alrededores.

Por fin, al caer la noche aparecieron los dos en casa de la maestra, pues tenían miedo a ir a sus propias tiendas, ya que les regañarían de lo lindo.

La maestra Josefina les escuchó y luego les explicó que lo que habían hecho era muy peligroso. En el desierto había animales bajo la arena y podían haberse perdido para siempre si se hubieran equivocado de dirección.

Les llevó a sus casas y la familia les castigó a los dos haciéndoles dibujar un mapa de lo que habían descubierto para repartirlo entre sus compañeros de clase, además el domingo próximo se lo pasarían limpiando la casa y ayudando a preparar el almuerzo.

Todo acabó felizmente, a pesar de los castigos, que ayudaron a Lucía e Ismael a entender que el desierto es muy grande y las personas solas en él , andando, pueden perder la vida.

Bueno, más que por los castigos, por el miedo que pasaron cuando se encontraron rodeados de arena y sin saber a dónde ir.


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