Al sur de la provincia de Cádiz se encuentra un pueblecito llamado Zahara de los Atunes.Allí veranean cada año tres amigos: Luis, Rodrigo y Lucía, que pasan con sus familias unos deliciosos días junto a la playa, disfrutando de las olas, jugando en la arena blanca y construyendo castillos de arena.
El domingo por la tarde siempre salían a pasear por el pueblo y, con la libertad que les daban, jugaban al escondite hasta altas horas de la noche.
El último domingo de agosto, cuando ya casi acababan las vacaciones, quedaron para hacer algo especial: se atreverían a entrar en el cementerio del pueblo para investigar qué había dentro.
Así fue como, después de ducharse y ponerse muy guapos, cogieron una pequeña linterna cada uno y se encontraron justo frente a la puerta del cementerio...
Una vez frente a la enorme puerta, comprobaron que nadie miraba en la calle y empujando juntos consiguieron que se moviera un poco, lo suficiente como para que Lucía se colara por el hueco.
Cuando ella ya estaba dentro, pudo quitar una piedra que impedía la apertura. Entonces los tres pasaron dentro y empujaron la puerta de nuevo para que se cerrara. En realidad quedó casi cerrada, pues no encajaba bien por las hierbas que habían crecido en el suelo.
Ya estaban dentro... la aventura estaba asegurada. En el centro un gran pasillo oscuro al fondo del cual se veía un mausoleo. Ellos creyeron que era una cabaña,y como a Lucía le encantaba la idea de descubrir una decidió directamente diciendo:
-¡Yo iré por el camino del centro! Al fondo se ve una casita y seguro que allí encuentro el tesoro.
Los dos niños asintieron moviendo la cabeza y dijeron:
-(Pues a mí me parece interesante ir por el camino de la izquierda). Dijo en voz baja Luis.
Y ¿qué pasó? ...
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